Una enfermera asturiana y una reponedora gallega han salido del norte de la Península Ibérica para que España disponga de la primera representación en el mundial.
Salir de trabajar y conducir 2.000 kilómetros no es algo habitual para un deportista de élite hoy en día. Tampoco lo es conocer en persona a tu pareja de equipo diez días antes de que comience la competición. Pero es que Noemí Pérez y Bárbara Iglesias son dos pioneras del siglo XXI: las dos jóvenes han salido del norte de la Península Ibérica para que España disponga de la primera representación femenina de la historia de la Copa del Mundo de bobsleigh.
Bárbara tiene 20 años y ha tenido que abandonar su puesto de reponedora en supermercado para poder inscribir su nombre en la historia del deporte español. No había posibilidad de pedir vacaciones. Noemí debió completar el rompecabezas. La enfermera (25 años) solicitó todos los días posibles de libranza y ajustó su salida al primer minuto después de terminar su jornada laboral. A pesar del sacrificio, perdió dos días de entrenamientos en la escuela que la Federación Internacional de Bobsleigh y Skeleton proporciona a los países en vías de desarrollo.
Durante el viaje en una furgoneta que cargaba el trineo de más de 300 kilogramos se conocieron Noemí y Bárbara junto a otros tres componentes del equipo masculino. Hasta entonces solo se habían comunicado a través de internet en una relación a distancia. Los correos electrónicos entre Sotomayor y Gijón debían ser suficientes para cuajar un dúo en un deporte en el que la compenetración y la armonía son indispensables para el éxito. "Llegamos sin saber nada la una de la otra", recuerda Bárbara, "pero de no conocerla de nada ha pasado a tenerme que aguanta todo y más", bromea la gallega.
En Austria descubrieron la competición, la sensación de velocidad de las cuchillas deslizándose por el hielo o la presión de hasta 4 o 5 G en cada curva. "La técnica es igual para chicos que para chicas. Incluso los tiempos se asemejan mucho", explica Miguel Ángel Blanco, un piloto debutante del equipo masculino. Pero el factor que hace explotar a las chicas es el pasional: "Estar al pie de la montaña, ver la nieve al lado, la pista de hielo... merece la pena...", suspira Noemí. "Me molan los deportes de descenso, `que tengan velocidad y adrenalina!", sostiene Bárabara, con larga tradición familiar en deportes de inercia («Si mis padres pudieran estarían ellos compitiendo», confiesa entre risas).
En las alturas de los Alpes no eran las únicas. Media decena de equipos femeninos han compartido dependencias y entrenamientos con ellas. "Nos dicen que no nos preocupemos si volcamos porque ellas también volcaron en el mismo sitio", reconoce Noemí. El dúo norteño participará con un trineo alquilado mientras miran de reojo a las más pudientes. "Vienen con todo preparado, la ropa igual, todo al milímetro, unas furgonetas para viajar bien", enumera Noemí. Ya tienen la licencia de pilotos para competir en pruebas internacionales y algunos conocimientos insospechados hace tan solo unos meses. "Me abres un capó de un coche y no tengo ni idea, pero ahora sé atornillar, montar y desmontar un 'bob' ñtrineoí", dice entre risas Noemí. "No pensé que fuera tan complicado y en conducción aprendí una barbaridad. Al empezar desde cero aproveché todo", exclama la pizpireta Bárbara.
La culpa de todo la tiene Javier Pintado. A él señalan las deportistas y sus compañeros. Él fue quien formó el Club de Hielo Carrillanas y sembró el camino con su participación en la Copa del Mundo de bobsleigh en 2011. "La idea siempre fue que el bosleigh siempre nos sobreviviera a nosotros. Compramos material y equipaciones para que en España fuera algo estable y no un capricho de nosotros", explica Pintado, quien ejerce algunas funciones de entrenador minetras se disputa el puesto de frenador en el equipo masculino con Guzmán Gutiérrez. "Javi es el que pone las ganas. Sin él no estaríamos aquí", reconoce Noemí.
Mañana, miércoles, disputarán su primera fase oficial de clasificación y el día 16 debutarán oficialmente en la Copa del Mundo. Será la culminación a un trabajo colectivo que formará parte de la pequeña historia de los deportes de invierno en España, aunque el camino por recorrer es todavía largo. "No hay más dinero para las carreras así que hasta el próximo año no creo que volvamos a competir", avisa Noemí. "Da igual, nos sentimos pioneras", completa su compañera.